jueves, 13 de diciembre de 2012

Beatriz Guido, un compromiso con la vida

Beatriz Guido y Leopoldo Torre Nilsson
Creadora de climas plenos de sugestión, Beatriz Guido es una de las escritoras argentinas más originales. 
Se definía a sí misma como "escritor" y no "escritora", refiriéndose a que frente al hecho literario la actitud de hombres y mujeres es la misma, y si bien esto es cierto, la lectura de su obra nos revela situaciones y conflictos narrados desde una óptica femenina.
Su temática es recurrente. Personajes adolescentes en el tránsito a la adultez, la iniciación amorosa y sexual (La Caída, La Mano en la Trampa); enmarcados en situaciones de nuestra historia política, en especial la decadencia de una clase gobernante (Fin de Fiesta, El Incendio y las Vísperas). 
Nació en Rosario, un 13 de diciembre de 1925. Su madre fue una actriz uruguaya y su padre, el arquitecto y crítico de arte Ángel Guido, un hombre con ideas renovadoras y muy relacionado con los caudillos de la época.Él habría de ser una figura decisiva en la vida de Beatriz Guido. Fue él quien llevó el primer libro de cuentos Regreso a los cielos, para su publicación. 
Ella conoció, siendo niña, a Leopoldo Lugones, Arturo Capdevila y Gabriela Mistral, por nombrar sólo algunos de los muchos artistas e intelectuales de primera línea que su padre frecuentaba.
En 1954 recibe el Primer Premio de Novela de la Editorial Emecé por La Casa del Ángel, obra que ella consideraba el inicio de su carrera literaria.
En un ambiente familiar que priorizaba la cultura, su naturaleza imaginativa se desarrolló ampliamente. A su natural talento para la fábula, acopió lecturas enriquecedoras y viajes a Europa, donde perfeccionó sus conocimientos con grandes maestros.
En el año 1955 concreta su relación con Leopoldo Torre Nilson, con quien vivirá hasta la muerte de éste, en 1978.
Esta unión nacida de un amor a primera vista, se consolida a través del trabajo artístico.
Contó muchas veces cómo sufrió al verlo arrancar las páginas de su novela preocupado por transformar el lenguaje narrativo en cinematográfico. No obstante, el amor y la mutua admiración fueron más fuertes que cualquier tipo de competencia. La simbiosis artística que se produce entre ellos hace que sus obras estén indisolublemente ligadas.
Halagados por la crítica, el público y los premios, ganaron mucho dinero y también lo gastaron. Vivían épocas principescas y otras en las cuales no tenían una moneda. El era un apasionado por las carreras de caballos y un apostador compulsivo. Ella no sólo lo toleraba sino que en momentos de apremios económicos, no dudaba en empeñar lo que fuera -incluso joyas y objetos de valor heredados de sus padres- dinero que él depositaba en las ventanillas del hipódromo
Nada, entre ellos, provocó rupturas irreparables. Se permitieron crear libremente. Durante las filmaciones, se la podía ver a Beatriz Guido escribiendo en medio del bullicio provocado por cámaras, actores y técnicos.Concentrada en sus ficciones y a la vez acompañándolo. El fue su primer lector y ella colaboró con él en la transformación de sus relatos en guiones, con total desprendimiento de su autoría.
No tuvieron hijos biológicos, ni jamás se casaron. Fueron, no obstante, una pareja sostenida por el amor, la pasión y el compañerismo.
Cuando el muere, ella sigue escribiendo, La Invitación (novela), Homenaje a la Hora de la Siesta y Esperando a los Castro (teatro), La Encerrada y Viaje en Galera (dos nouvelles publicadas bajo el título "Apasionados").
Recibe el Diploma al Mérito en Novela otorgado por la Fundación Konex.
En 1983 recibe el Premio Nacional de Narrativa por su libro Apasionados.
Un año más tarde, en el gobierno de Raúl Alfonsín es nombrada Agregada Cultural en la Embajada de España con rango de ministro, ocupación que utiliza con gran generosidad para ayudar a los artistas argentinos exiliados en ese país en la época del Proceso Militar.
Estos logros no alcanzan para equilibrar la pérdida.
Durante los nueve años que lo sobrevive, no consigue superar la soledad, la sensación de vacío le resulta intolerable.
Se refugia en los amigos, bebiendo -no para olvidar- sino para mantener vivo su recuerdo.
El 6 de marzo de 1988, su cuerpo dijo basta. Su alma se inventó alas, sabía que en alguna parte, él la estaba esperando.

por Omi Fernández

No hay comentarios:

Publicar un comentario