Aquí les transcribo una parte de su poema
Espantapájaros
No se me importa un pito que las
mujeres
tengan los senos como magnolias o como pasas de higo;
un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero,
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco
o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de soportarles
una nariz que sacaría el primer premio
en una exposición de zanahorias;
¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible
- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar.
Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!
tengan los senos como magnolias o como pasas de higo;
un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero,
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco
o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de soportarles
una nariz que sacaría el primer premio
en una exposición de zanahorias;
¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible
- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar.
Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!
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En sus “Membretes” dijo que: “Un
libro debe construirse como un reloj y venderse como un salchichón”,
y para demostrarlo se comprometió a vender la edición de
Espantapájaros mediante una campaña publicitaria.
Alquiló una carroza en un funeraria,
la llenó de flores y coronas, colocó un espantapájaros con
chistera, monóculo y pipa en su centro y la paseó hasta un local de la calle Florida con
5000 ejemplares de su obra. Allí, chicas muy bonitas atendían a los
clientes. Huelga decir que vendió toda la edición. Y esto pasó en Buenos Aires en el año 1932
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