El 14 de febrero se cumplen 29 años de la muerte de Julio
Cortázar, uno de los grandes escritores argentinos del siglo XX.
Su nacimiento tiene lugar en la embajada argentina en Bruselas
(1914), sus padres eran argentinos y vuelven al país cuando ya
contaba cuatro años, instalándose en la localidad de Banfield (Bs.
As.).
Su
padre los abandonó, y pasó su adolescencia y juventud con su madre
y sus hermanos. Años más tarde, él diría que no le interesaba ver
al padre porque nunca se preocupó por ellos.
Realiza
sus estudios secundarios en la Escuela Normal Mariano Acosta, para
luego ingresar en la Facultad de Filosofía y Letras, al tiempo que
profundiza sus estudios de francés e inglés, obteniendo el título
de traductor público en ambas lenguas en 1948.
Ejerce
la docencia en colegios de las localidades de Bolívar y Chivilcoy
para luego trasladarse a la Universidad de Cuyo donde dicta cátedra
de literatura francesa y debido a sus discrepancias con el peronismo,
en 1945 renuncia a su puesto de profesor, dedicándose a vivir de las
traducciones, ya había participado activamente en marchas opuestas
al gobierno.
Por
esa época, había publicado los libros de cuentos “La otra
orilla” y “Casa tomada” también una novela “El
examen” para la cual no consiguió editor. En estas primeras
obras firmaba con el seudónimo de Julio Denis.
Luego
gana una beca para el estudio comparado de la literatura francesa e
inglesa, organizada por el gobierno francés a la que también se
presentó Aurora Bernárdez, y en 1951 se radica definitivamente en
París, donde se casarán dos años más tarde.
Ambos
trabajan para la UNESCO. Este matrimonio se mantendrá por alrededor
de diez años, aunque, pese a la separación, ella continuará siendo
una amiga dilecta con quien conservará una estrecha relación hasta
su muerte.
Aurora
es hija del maravilloso poeta Francisco Luis Bernárdez autor de “La
ciudad sin Laura”, entre otros poemas de gran lirismo.
Traduce
a Chesterton, y otros escritores prestigiosos, pero es por la
traducción de toda la obra en prosa de Edgar Allan Poe que su
dimensión como traductor literario se agiganta. Aunque esto de por
sí es un gran mérito, la grandeza de Cortázar reside en su obra
ficcional. Tanto sus libros de cuentos (Bestiario, Final del
Juego, Historia de Cronopios y de Famas, El Perseguidor, etc.)
como sus novelas (Rayuela, Los Premios, El libro de Manuel, 62
Modelo para Armar, etc.) logran amplio reconocimiento de crítica
y de público y son traducidas a muchos idiomas.
Cortázar
crea en su novela Rayuela, a La Maga, un personaje que se insertó en
el imaginario colectivo de las mujeres de fines del ’60 y
principios del ’70. Se veía a las jóvenes leyendo pasajes de esta
novela, tanto en el subterráneo como en cualquier colectivo. No
había veinteañera que no quisiera ser La Maga. Fue un verdadero
éxito literario que coincide con el llamado boom latinoamericano, al
que Cortázar pertenece así como el colombiano Gabriel García
Márquez, el peruano Mario Vargas Llosa, el uruguayo Juan Carlos
Onetti y el mexicano Carlos Fuentes.
Una
coincidencia de escritores jóvenes que se atrevían a buscar formas
nuevas, enraizadas con los valores y la historia de Latinoamérica,
proponiendo, a la par, un compromiso político con la realidad de
cada uno de sus países. Hasta ese momento los grandes novelistas
franceses, ingleses y rusos que crearon el género novela en el siglo
XIX, habían sido los parámetros a seguir. El boom de escritores
latinoamericanos es una bocanada fuerte de aire nuevo, que modifica
la novela de la segunda mitad del siglo XX.
Argentina
era en ese momento, un campo fértil para todas las expresiones
artísticas, recordemos que en el ’58 había sido creado el
“Instituto Di Tella”, que difundía y fomentaba creaciones de
vanguardia tanto en poesía, como en teatro, literatura, música y
plástica. Este fervor en las artes era acompañado por una
participación en las ideologías de izquierda cuyo máximo exponente
en América Latina era la Revolución Cubana. El declaró en varias
oportunidades que fue en su visita a Cuba cuando tomó conciencia de
su débil participación en los problemas latinoamericanos, y fue a
partir de ese momento que se involucra con los conflictos de estos
países, en especial con el de Nicaragua.
Cortázar
se casa en 1979 con Carol Dunlop, una escritora canadiense que conoce
en una gira de conferencias dictadas en EEUU y Canadá. Con ella
escribirá “Los autonautas de la cosmopista” un relato
sobre un viaje de 33 días realizado entre París – Marsella que
nos revive el alucinante relato de “La Autopista del Sur”
que él escribiera muchos años antes.
Su
adhesión a la lucha por la libertad de los pueblos latinoamericanos,
lo hace donar los derechos de autor de su novela “El libro de
Manuel”, para los presos políticos de Nicaragua. Igual
proceder adopta cuando se publica “Los autonautas de la
cosmopista”.
Durante
años su imagen había sido criticada por quienes no profesaban su
ideología política, incluso llegó a decirse que se había
afrancesado, cuando el motivo de que arrastrara las erres, se debía
a un problema en el frenillo.
Sin
embargo, en el año 1983 cuando viaja a Argentina, ya enfermo para
visitar a su madre, el público lo reconoce y saluda. Su obra había
ganado las calles.
Su
relación con Carol fue breve e intensa, basada en el amor y en una
afinidad intelectual que no mermó la gran diferencia de edad entre
ellos.
Ella
fallece en 1982, cuando el 14 de febrero de 1984, muere él, lo
entierran en el cementerio de Montparnasse, junto al cuerpo de Carol
Dunlop.
Una
larga fila de asistentes, con una rosa roja en la mano, se prepara
para despedirlo. La primera flor la arroja Aurora Bernárdez, quien
fuera su esposa por algunos años y su amiga de siempre.
Omi Fernández
(Publicado en Revista Aquende marzo 2010)