Los
suplementos culturales de los diarios tuvieron, en nuestro país, un
pasado ilustre. Los amantes de las artes recordarán la revista
“Martín Fierro”, editada por Evar Méndez, la revista “Leoplán”
–de la que aún se pueden conseguir algunos ejemplares en las
librerías “de viejos” de la calle Corrientes- y en la que además
de artículos se publicaban libros completos, el semanario
“Propósitos”, la revista “Sur” del grupo Florida, “Claridad“
donde colaboraban los integrantes del grupo “Boedo”, los
“rotograbados” de los diarios La Nación y La Prensa, “Eco
contemporáneo” dirigida Miguel Grinberg, “El escarabajo de Oro”
con dirección de Abelardo Castillo, “Puro Cuento” de la mano de
Mempo Giardinelli, y tantas otras publicaciones, todas privilegiando
la calidad literaria y convocando al efecto a escritores de primera
línea, recordemos por ejemplo a Jorge Luis Borges, Leopoldo
Marechal, Roberto Arlt, Elías Castelnuovo, José Bianco, Leónidas
Barletta, Conrado Nalé Roxlo, Alvaro Yunque, Nicolás Olivari,
Oliverio Girondo, César Tiempo, Isidoro Blaisten, Sylvia
Iparraguirre, Vicente Battista, entre muchos otros.
Si
bien es cierto que estas publicaciones tenían un fuerte sesgo
político, tanto de derecha como de izquierda, sus artículos estaban
imbuidos de pasión e idealismo, sin perder en ningún momento “el
control de calidad” de sus productos, para usar la terminología
imperante.
Era
una época en que se privilegiaba profundidad conceptual y claridad
prosística, en la cual se asignaba especial importancia a la
ortografía y gramática. Estos suplementos eran esperados por el
público –muchos los coleccionaban- y les brindaban lectura para
toda la semana.
En
el presente, y para nombrar sólo los suplementos culturales de los
diarios más leídos, como “Ñ” del diario Clarín, “Cultura”
de Tiempo Argentino, “ADN Cultura” de La Nación y “Radar” de
Página 12 observamos que los libros comentados son y son reseñas,
no críticas realizadas por especialistas.
Al
leerlos surge la pregunta: ¿Por qué, para qué y para quienes están
pensados estos suplementos?
El
concepto producto-venta, se ha instalado en la sociedad y se puede
leer entre líneas que la mayoría de lo publicado es “rentable”
en algún sentido, sin contar los grupos que detentan el poder
cultural, y que practican el favoritismo sin que medie selección de
calidad.
Si
el propósito es difundir conocimiento, todas las actividades
culturales deberían estar presentes, en lugar de eso, encontramos
que la escultura, pintura y ópera, son –si no ausentes- levemente
consideradas, sólo integran la agenda en la parte principal del
diario. Y, curiosamente, hechos y personajes políticos que
pertenecen al marco de la cultura, se les dedican tres y cuatro
páginas en el suplemento cultural. Al respecto, citemos el dossier
dedicado al Che Guevara en uno de los suplementos de “Ñ” . Sin
menguar con esta observación la validez que tuvo el Che como figura
política e histórica, se dedica la tercera parte a un gran dossier
sobre él, cuando por interesante que sea la nota, tendría que
aparecer en un suplemento aparte.
Es
lógico pensar que quienes compran un semanario de este cariz,
quieran informarse de todas las actividades que, al respecto, han
sucedido en la semana; e ilógico que haya que estar pendiente de
comprar el diario el día posterior al que se produce el evento. Me
refiero específicamente al Premio Nobel de literatura. Desde ya que,
como noticia de último momento, debe aparecer en la edición diaria,
pero es dable esperar que en el suplemento de fin de semana, se
dedique espacio importante al tema.
Estamos
en la era tecnológica, en la cual la ciencia ha progresado mucho en
virtud de las posibilidades que les brindan las computadoras, los
descubrimientos que día a día se logran respecto de la actividad
cerebral, su funcionamiento, los avances referidos a la memoria, el
coeficiente intelectual, y el sueño, serían temas que deberían
abordarse en los suplementos culturales. La división entre ciencia y
arte es obsoleta, por ello, resulta notoria la ausencia de artículos
relacionados con arqueología y antropología que están íntimamente
ligados al acerbo cultural, así como la aeronavegación espacial.
En
“Ñ” había una sección dedicada a cada provincia que nos
permitía conocer autores locales y que constituía una verdadera
divulgación del quehacer de cada provincia. Es de lamentar que una
idea tan valiosa se haya dejado de lado.
Hay
excelentes escritores argentinos como María Granata y Juan José
Manauta, que no son convocados para emitir su opinión y los que
aparecen son siempre los mismos que, además, practican “alegremente
y sin rubores” el nepotismo y el amiguismo.
A
nadie se le escapa la influencia que tienen las editoriales a la hora
de comentar a tal o cual escritor, pero sin perjuicio de eso,
deberían aparecer nombres que no están de moda, o que hace tiempo
que no se los ha reeditado, como Anatole France, Stephan Zweig o
Jardiel Poncela, que permitirían a los más jóvenes la posibilidad
de conocer su obra y redundaría en un enriquecimiento para los
alumnos de secundario.
Los
suplementos culturales son un reflejo de nuestra sociedad, en la
actualidad los valores más importantes están enraizados con
intereses económicos, pero es una obligación de quienes dirigen
estos medios, contemplar secciones de divulgación, aunque éstas no
les signifiquen ganancias. Fomentar la actividad creadora mediante
concursos y becas, incluir secciones donde los escritores que recién
empiezan tengan la posibilidad de hacer oír su voz.
La
importancia que Internet tiene en el ámbito cultural hoy, es motivo
de otro artículo, sin embargo así como el cine no suplantó al
teatro, tampoco la información que se obtiene en Internet sustituye
la lectura de los suplementos culturales que existieron y seguirán
existiendo como una necesidad del público.
Publicado en Revista Aquende Abril 2013
www.omifernandez.com.ar
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