domingo, 9 de junio de 2013

Elsa Bornemann, un hada para los niños


     

       Durante muchos años padres y abuelos han leído y releído a sus hijos y nietos las historias creadas por los hermanos Grimm (Blancanieves), Hans Christian Andersen (La Sirenita), Jonathan Swift (Los viajes de Gulliver), Julio Verne (Viaje al fondo del mar), Lewis Carroll (Alicia en el país de las maravillas), Michael Ende (La historia sin fin), y tantos otros escritores que aún se siguen editando y releyendo. Estas obras, en su mayor parte, fueron creadas para adultos, tal es el caso de Los viajes de Gulliver que satiriza a la sociedad de la época disimulada a través de viajes fantásticos con gigantes y caballos que hablan, una forma que Swift encontró para realizar sus críticas con sarcasmo y sin consecuencias.
Se considera literatura infantil a las obras escritas para niños incluyendo también las que no fueron pensadas para ellos pero que tienen varios niveles de lectura y pueden ser disfrutadas a distintas edades.
Esta literatura era minusvalorada y, en gran parte, transitada por escritores para adultos, incluso algunos firmaban con seudónimo. Esto ha ido cambiando junto con la sociedad, en el año 1960, las historias de ciencia ficción juveniles -Isaac Asimov fue uno de los grandes aportes en este sentido- tenían un significado muy diferente al que tuvieron después del acceso del hombre a la Luna, aunque Asimov y su personaje Lucky Starr siguen vendiéndose.
En nuestro país fueron varios los escritores dedicados a la niñez y adolescencia que no consideraban que escribir para “los locos bajitos” como los llamara Joan Manuel Serrat, fuera de menor nivel que sus obras para grandes, son, por ejemplo, Gustavo Roldán, María Elena Walsh y María Granata, todos nacidos alrededor del '30, que narraron fomentando la imaginación, el espíritu de aventura e introduciendo conceptos que la ciencia iba descubriendo con el mismo respeto y cuidado que en los libros para grandes.
Ya en la década del 70/80 la literatura infanto-juvenil tenía un lugar ganado y aparecieron los descendientes de aquella generación. Estos se dedicaron casi en exclusividad a los más chicos, hablamos de Graciela Montes, Hugo Midón y Elsa Bornemann. Esta última, fue la que logró mayor popularidad, sus ojos claros y su flequillo y un pelo rubio casi platinado, se veía como un hada para los niños.
Su padre Wilhelm Karl Henri Bornemann, era un alemán relojero que saliendo de Harrods vió a una argentina morenita, descendiente de portugueses y españoles y sintió el flechazo del amor para siempre.
Su madre se llamada Blancanieves Fernández, y Elsa contó, en un reportaje, que estando en el colegio primario la maestra le preguntó el nombre de su madre y al responder Blancanieves, las compañeras creyeron que era broma y una dijo: la mía Cenicienta y otra, la mía Caperucita, etc.
Había nacido en el barrio Parque Patricios un 15 de febrero de 1952, se crió con un gran apego a su familia, en especial a su padre. Se recibió de Maestra, estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires y llegó a doctorarse en esta disciplina, estudió latín, griego, inglés, alemán e italiano hasta alcanzar niveles superiores lo que le permitió luego dedicarse a la traducción. Escribió cuentos, poemas, obras de teatro y novelas para niños.
En 1972 gana la Faja de Honor de la SADE y en 1976 por su obra Un elefante ocupa mucho espacio ganó su integración a la Lista de Honor del Premio Internacional Hans Christian Andersen otorgado por la International Board on Books for Young People (IBBY), fue la primera vez que un escritor argentino recibía tal distinción.
Desafortunadamente, el Proceso de Reorganización Nacional, lo censuró con el argumento de que fomentaba el derecho a huelga y el libro pasó a formar parte de la extensa lista de prohibidos junto al Principito de Antoine de Saint Exupery.
En 1989, recibe el Cuadro de Honor por Disparatario, en la selección The White Ravens, Múnich (Alemania), luego en 1994, Diploma al Mérito, correspondiente a la Literatura Infantil-Juvenil Argentina, por "considerársela una de las mejores escritoras de esa especialidad” Internationale Jugendbibliothek. Al año siguiente, el Premio Konex de Platino, por toda su obra literaria, al ser elegida como "la escritora más relevante en la última década". Buenos Aires, Fundación Konex, 1995.
Otros títulos de sus obras son La edad del pavo, El libro de los chicos enamorados, Queridos monstruos, Los desmaravilladores, Disparatario, Los Grendelines, Sol de noche, Corazonadas, No hagan olas, El último mago, Lisa de los paraguas, El niño envuelto, Mil grullas, Un amor disparatado, Cuadernos de un delfín.
Es de hacer notar que Elsa Bornemann además de su aporte didáctico y pedagógico en el abordaje de temas como la solidaridad, la amistad, el amor, los celos, el odio, ha incursionado con éxito en las historias de horror para chicos, como fue su: "Socorro: doce cuentos para caerse de miedo", trató a esos “locos bajitos” como seres pensantes sin mojigaterías.
Tanto ella como los escritores que cultivaron el género registran que a los niños y a los adolescentes más aún, les interesan los grandes temas de la vida, no las ñoñerías, y en esa dirección enfocaron su material literario.
El 24 de mayo falleció a los 61 años. Un comunicado de la editorial Alfaguara lo anunció sin dar detalles de su muerte, aunque es de público conocimiento que ya no asistía a las Ferias del Libro Infantil-Juvenil, ni a otros eventos literarios.
Elsa Bornemann tiene un lugar de privilegio en la literatura infantil-juvenil argentina y es de lamentar su pérdida, por ser muy joven y por lo que le hubiera aportado a las nuevas generaciones de lectores.
Omi Fernández 
Publicada en Aquende junio 2013

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