Existe
en la sociedad un gran prejuicio con el tema de la ópera, la
mayoría de la gente dice que no la entiende, otros creen que es para
gente de mucho dinero, hay quienes suponen que es para la alta
sociedad.
La
ópera surge como un género popular, en Italia la gente cantaba las
arias en la calle, recordemos que no tenían un abanico de
entretenimientos como ahora, no existían ni la radio, ni la
televisión, ni el cine, ni Internet.
Italia
fue la capital operística de Europa por excelencia, a tal punto que
las obras de compositores franceses y alemanes se estrenaban cantadas
en italiano. En la actualidad existen óperas francesas como Carmen
de Bizet, cuyas grabaciones se han realizado en italiano y francés.
En el caso de Mozart -salvo El
Rapto en el Serrallo
y La
Flauta Mágica, el
resto de su obra se estrenó cantada en italiano.
Luego, Wagner, en el siglo XIX exige que se respete el alemán
original en sus obras, y a partir de allí cada compositor escuchó
sus creaciones en el idioma en que fueron creadas.
Pero
el hecho de que sean cantadas en tantas lenguas distintas, no aleja
al público ya que, gracias al avance de la tecnología, tanto en los
teatros líricos como en las proyecciones en cines, se colocan
subtítulos con lo que se puede seguir el argumento paso a paso y
esto ayuda mucho en la comprensión de la obra.
La
ópera es una síntesis de todas las artes porque podemos disfrutar
de la música ejecutada por los distintos instrumentos y voces, el
argumento que en muchos casos son adaptaciones de grandes obras de la
literatura, el ballet, la escenografía, el vestuario, la puesta en
escena. Este despliegue de música, actuación, canto y color lo
convierte en algo único, que cubre todos nuestros sentidos. A la
ópera no hay que entenderla sino entregarse a sentirla. En el
filme “Mujer Bonita”, el personaje interpretado por Richard Gere
lleva a Julia Roberts (la prostituta que alquiló) a ver La Traviata
de Verdi y le dice que cuando alguien ve una ópera por primera vez
le resulta una experiencia única, en la cual suceden dos cosas, o la
invade con un poder que dura para siempre, o puede aprender a
disfrutarla pero jamás le entregará su corazón.
En
el Teatro Colón, hay un programa de visitas guiadas muy recomendable
para acercarse a ese mundo de fantasía realizada, con sus grandes
esculturas para las distintas escenografías, sus salones de zapatos,
vestidos y adornos de todas las épocas que, según el tiempo y el
país en el que se desarrolla la trama, se utilizan para dar mayor
veracidad al aspecto visual de los personajes.
Hace
dos años atrás, se hizo una experiencia en el Shopping de Alto
Palermo, el ruido habitual del lugar cambió de repente al escuchar a
una mezzosoprano (Vera Cirkovic) revoleando su bolsa de compras como
quien está distraído y entonando la famosa Habanera de Carmen de
Bizet. El público que estaba caminando por los pisos superiores se
asomó, los comerciantes salieron de sus locales, los teléfonos
celulares se aprontaron a fotografiar y/o filmar lo que veían, las
expresiones de sorpresa se transformaron en sonrisas.
La
gente aplaudió espontáneamente, y de pronto otro cantante se hizo
oír, esta vez, en la canzonetta napolitana “O sole mio” . Y se
sumó el coro, algunos vestidos de guardias de seguridad, otros con
un escobillón en la mano, otros como supuestos compradores.
Por
un momento, los presentes se olvidaron de los problemas que los
aquejaban y dos parejas del público al iniciarse el conocido vals de
La Traviata “El brindis”, instantáneamente se pusieron a bailar.
A los que tengan acceso a Internet les sugiero que en la página
www.youtube.com
escriban “ópera en Alto Palermo” y podrán disfrutar del video
que menciono y de otros ya que la experiencia abarcó muchas
ciudades.
En
el Mercado Central de Valencia, en medio de frutas y verduras, los
cantantes sorprendieron a los presentes quienes aceptaron con alegría
la propuesta, y otro tanto ocurrió en el Centro Dizengoff de Tel
Aviv, los integrantes del coro se mezclaron en el patio de comidas
cantando partes de Il Trovatore de Verdi, lo mismo sucedió en
S.Ambrogio en Florencia y, en Michigan, los cantantes del Opera
Theatre también sorprendieron en el Detroit’s Eastern Market.
Idéntico espectáculo se vio en el metropera en Montreal, y en Calí,
Colombia, y en México y sigue la lista que es muy extensa.
Esta
campaña de llevar la ópera sorpresivamente a lugares públicos fue
un éxito en todos lados porque la gente pese a afirmar que no le
gusta, disfruta de la lírica, sólo que no la conoce o no tuvo la
suerte de que alguien se la acercara, se impone el prejuicio de creer
que es algo a lo que no puede acceder. Son varios los mitos al
respecto.
El
primero es que se lo considera un espectáculo muy caro. Esto en un
sentido es cierto, el gasto que implica montar una ópera es mucho
mayor que el de cualquier obra teatral, pero eso está referido a las
plateas, hay muchas ubicaciones a las que se puede acceder por un
precio razonable, es cuestión de asesorarse.
La
ropa es otro impedimento porque se cree que hay que vestirse de
fiesta, pero esto es otro mito, la ropa de gala es para una única
función y es obligada en platea y palcos bajos, en cazuela,
tertulia, galería y paraíso, se puede ir vestido como uno quiera.
Incluso en jeans y zapatillas.
La
adecuación que los cines hicieron desde el punto de vista técnico,
especialmente con el film Avatar de Spielberg, permite hoy que se
transmitan en directo por vía satélite y en directo óperas que se
están dando en el Metropolitan de New York y en diferido desde The
Royal Opera House de Londres. Esto nos actualiza ya que conocemos
voces nuevas, ganadoras de concursos internacionales, a las que de
otro modo, no tendríamos acceso.
Las
cartas están echadas, sólo hay que animarse.
Publicado en Revista AVATARES - Octubre 2013