jueves, 31 de julio de 2014

Fernando Pessoa, varios poetas en uno


La poesía es la voz interior que nos revela el yo del poeta, pero este concepto se desdibuja cuando hablamos del  portugués Fernando Pessoa, nacido en Lisboa, un 1º de junio de 1888.
Su heteronimia no significa escribir versos y firmarlos con diferentes seudónimos, consiste en dividirse en varias poetas y lograr que cada uno de estos vates inventados escriba con un estilo y filosofía diferentes a los otros. 
Prima facie se podría calificar de esquizofrenia pero, la lucidez y aceptación de la realidad de Pessoa lo coloca muy por encima de la locura y muy cerca de la genialidad.
Firmó como Alvaro de Campos, como Ricardo Reis, Alberto Caeiro, Fernando Pessoa él mismo y muchos más. Quizá la poesía de Alvaro de Campos haya captado más adeptos por su emoción desbordada que, sostenida por reflexiones, nos sumergen en un mundo de cuestionamientos.

Aquí transcribo:



POEMA EN LÍNEA RECTA, 


firmado por: ALVARO DE CAMPOS 


Nunca conocí a nadie a quien le hubiesen roto la cara.
Todos mis conocidos fueron campeones en todo.
Y yo, que fui ordinario, inmundo, vil,
un parásito descarado,

un tipo imperdonablemente sucio
al que tantas veces le faltó paciencia para bañarse;
yo que fui ridículo, absurdo,
que me llevé por delante las alfombras de las formalidades,
que fui grotesco, mezquino, sumiso y arrogante,
que recibí insultos sin abrir la boca
y que fui todavía más ridículo cuando la abrí;
yo que resulté cómico a las mucamas de hotel,
yo que sentí los guiños de los changadores,
yo que estafé, que pedí prestado y no devolví nunca,
yo que aparté el cuerpo cuando hubo que enfrentarse a puñetazos.
Yo que sufrí la angustia de las pequeñas cosas ridículas,
me doy cuenta que no hay en este mundo otro como yo.
La gente que conozco y con la que hablo
nunca cayó en ridículo, nunca fue insultada,
nunca fue sino príncipe – todos ellos príncipes – en la vida…
¡Ah, quien pudiera oír una voz humana
confesando no un pecado sino una infamia;
contando no una violencia sino una cobardía!
Pero no, son todos la Maravilla si los escucho.
¿Es que no hay nadie en este ancho mundo capaz de confesar que una vez fue vil?
¡Oh príncipes, mis hermanos!
¡Basta, estoy harto de semidioses!
¿Dónde está la gente de este mundo?
¿Así que en esta tierra sólo yo soy vil y me equivoco?
Admitirán que las mujeres no los amaron,
aceptarán que fueron traicionados – ¡pero ridículos nunca!
Y yo que fui ridículo sin haber sido traicionado,
¿cómo puedo dirigirme a mis superiores sin titubear?
Yo que he sido vil, literalmente vil,
vil en el sentido mezquino e infame de la vileza.

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