domingo, 31 de agosto de 2014

Renovar esperanzas


Salvador Debenedetti, prestigioso arqueólogo y antropólogo argentino, fue quien en 1902, propuso instaurar el Día del Estudiante y, para homenajear a Sarmiento, eligió el 21 de setiembre de 1888, que fue cuando se repatriaron los restos desde Asunción del Paraguay donde había fallec ido.
Año tras año, los adolescentes inundan las calles de ciudades y pueblos, contagiando su algarabía así como alterando las tranquilidad de los adultos con sus gritos y risotadas que, no son tan terribles por cuanto a casi todos, nos traen recuerdos de los tiempos en que éramos los protagonistas de esos festejos. No asistir a clases, hacer los preparativos para ir de picnic, armar los paseos por los bosques de Palermo o, simplemente, reunirse para comer pizza.
Según la Organización Mundial de la Salud, la juventud es el período que abarca desde los 10 hasta los 24 años y que incluye la pubertad, la adolescencia y la juventud propiamente dicha. En estas etapas el cuerpo resiste cualquier embate y el alma confía plenamente en que todo sueño es realizable.
Un abanico enorme se abre y, como las publicidades panorámicas de lugares exóticos, nos vemos a nosotros mismos creyendo que no hay límites para nuestras elecciones, cualquier carrera que decidamos estudiar podría tener un resultado exitoso, cualquier proyecto de vida que imaginemos puede hacerse realidad. El mundo es nuestro y nos lanzamos sin miramientos a tomarlo.
Sin embargo, al empezar a transitar ese camino que parecía inabarcable advertimos que se presentan inconvenientes, que cada elección es un riesgo, que cada decisión que tomamos implica una serie de responsabilidades que debemos asumir, que no disponemos de todas las cartas del mazo y que, el espectro que se desplegaba como la cola de un pavo real, va perdiendo colores, posibilidades, a medida que avanzamos.
Tener la fuerza vital de los jóvenes y la experiencia de los veteranos es un sueño del que ya nadie habla porque se ha comprobado que es irrealizable, aquí y allá se escuchan algunos chistes al respecto, pero nadie los toma en serio. Y es que como las estaciones del año, la juventud es una etapa a la que le sigue otra, luego otra y así hasta los últimos días. Por eso es fácil añorarla pero muy difícil saber lo que significa en el momento en que la estamos viviendo.
El 21 de setiembre también es el inicio de la primavera, el reverdecer de las plantas, la explosión floral, el clima ideal para los enamoramientos y un optimismo emanado de lo anterior que nos permite alejarnos de tristezas y bajones con la sensación de que, en nuestras vidas también tendremos más luz, será mayor la paleta de colores que nos regala el entorno, que nos vestiremos con ropa más clara, que abriremos las ventanas de par en par (aún cuando el calor todavía no se haya hecho presente) y apostaremos nuestras esperanzas con la fuerza de vivir el presente proyectándonos hacia el futuro.
Y, también, es el “Día del Barrio de Colegiales" instituido a partir del 21/9/1863 por Ley 1060, sancionada el 18/09/2003 por la legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Para los nativos y residentes de esta zona, resulta una fecha curiosa en la cual se reúnen las tres fiestas: la del estudiante, la de la primavera y la del barrio, todas engarzadas con una historia que se origina en la literatura.
Miguel Cané inmortalizó literariamente el barrio de Chacarita en su novela “Juvenilia” publicada en 1884, donde contaba las andanzas que los estudiantes del Colegio San Ignacio (hoy Colegio Nacional de Buenos Aires), vivían en el predio llamado “La Chacrita de los Colegiales”. Esta era una antigua estancia jesuítica que pertenecía a la Compañía de Jesús y era utilizada como quinta veraniega por el alumnado de esa institución.
Es de destacar que el barrio llamado “La Chacrita de los Colegiales” en sus orígenes al principio abarcaba tres barrios actuales: Chacarita, Colegiales y Villa Ortúzar, que eran áreas suburbanas, poco pobladas, con grandes quintas de fin de semana, de ahí el término Chacrita, de chácara, voz quechua que significa granja, quinta. Con el correr de los años, la ciudad de Buenos Aires creció en cantidad de habitantes, los barrios que se consideraba que estaban en “las afueras” se integraron y paulatinamente se fueron dividiendo hasta llegar a nuestros días en que el barrio de Colegiales está circunscripto a las calles Av. de los Incas, Av. Elcano, Virrey del Pino, Av. Cabildo, Jorge Newbery, Crámer, Av. Dorrego y Av. Álvarez Thomas y Av. Forest, con más de 56.000 habitantes.
Todos somos o fuimos alguna vez estudiantes, y no supimos que estábamos viviendo una época sin más compromisos que ir al colegio, estudiar y tener un comportamiento adecuado a los ojos de nuestros padres.
También hemos transitado la juventud ignorando que en esa etapa podíamos soñar, proyectarnos hacia el futuro sin los límites que nos imponen las responsabilidades y disfrutando de un físico con elasticidad muscular y resistencia para encarar el deporte que quisiéramos, con la mente fresca para iniciar la carrera que se nos ocurriera, es decir, adecuado para cualquier contingencia.
Son etapas pasadas que cada uno vivió como pudo según las circunstancias que lo rodeaban pero todos, tanto jóvenes como mayores, compartimos esta época del año disfrutando la luz del sol que se prolonga brindándonos días más largos, la temperatura caldeada y una sensación renovada cada año de que todo puede ser mejor.

Publicado en Revista Aquende Setiembre 2014