En el 2004, en un festival de rock del grupo Callejeros en el barrio
de Once, se produjo un incendio en un lugar no habilitado según las
normas de seguridad, que arrojó casi doscientos muertos y más de
mil heridos, se la llamó la Tragedia de Cromagnon.
En el 2012 ocurrió la llamada Tragedia de Once que se produjo cuando
un tren de la línea Sarmiento colisionó con el paragolpes de
contención en la estación ferroviaria de Once, el saldo fue de más
de 50 muertos y más de 700 heridos.
El sábado 16 de abril del corriente, la muerte de cinco jóvenes y
el estado grave de otros, debido a la ingesta de pastillas mezcladas
con alcohol en un boliche de música electrónica en Costa Salguero,
es el tercer episodio que podría haberse evitado con políticas
públicas llevadas a cabo con responsabilidad.
Tanto lo ocurrido en Costa Salguero como en la estación ferroviaria
de Once, como la tragedia de Cromagnon, son hechos muy diferentes,
que sin importar la cantidad de muertos en uno o en otro caso, todos
tienen en común la muerte temprana, la muerte no acaecida por
razones naturales, sino por accidentes que podrían haberse evitado.
En el caso de Costa Salguero, eran muchachos y chicas muy jóvenes
los que se encontraban en el lugar y sabiendo que los jóvenes están
siempre dispuestos a cruzar la línea, a atreverse a experimentar
situaciones en las que corren riesgos porque una suerte de sensación
de inmortalidad les hace creer que están a salvo de grandes males.
Si según declaraciones de testigos, se controlaba a la entrada que
nadie entrada con drogas, la pregunta es ¿Cómo estaban en el local?
¿Quién permitió entrar a los dealers? Y ¿cómo los responsables
del local pueden alegar ignorancia si dentro del mismo estaba
prevista la venta de agua embotellada que sabían servía para
compensar la sed que provocan esas pastillas?
Todas las épocas tienen sus flagelos y en la que estamos viviendo
éste lo constituyen las drogas cuyo consumo en América Latina está
aumentado de manera exponencial.
La difusión y educación sobre los problemas que el consumo de
drogas implica, nunca es suficiente ni en demasía, hay que insistir
respecto de las consecuencias sobre su uso, en todos los medios de
comunicación para que dejen de atrapar a los jóvenes de todos los
niveles socio-económicos.
El “Paco” que en un primer momento afectaba a jóvenes de clases
muy bajas debido a sentimientos de desesperanza y que, por su bajo
costo, les resultaba fácil adquirir, es un problema que no sólo no
se solucionó sino que se extendió a jóvenes de clase media y alta,
es decir, que en la actualidad, su consumo no se puede explicar por
razones económicas ni psicológicas.
Es sabido que el “Paco” se fabrica con los desechos de otras
drogas y que va destruyendo las células cerebrales sin que se pueda
dar marcha atrás, los especialistas en el tema han hablado de sus
efectos nocivos en medios televisivos, radiales y gráficos, no
obstante, su consumo fue creciendo y tiñendo a la sociedad en su
conjunto.
Es imprescindible insistir desde la familia, la escuela y las
instituciones en el deterioro que producen, nuestros hijos,
sobrinos, nietos, todas las generaciones que nos suceden corren
peligro, viven en una sociedad que no los cuida lo suficiente y no
hay dudas de que los políticos de uno y otro partido, sin importar
sus ideologías comparten esta preocupación, pese a ello, la droga
se ha instalado en nuestro país con mayor fuerza que antes.
El tema se lo mire desde el ángulo que se quiera, está en las
grandes cantidades de dinero que mueve este negocio siniestro, la
omnipotencia de los narcotraficantes les permite coimear y llenar de
dinero las manos de quienes colaboran con ellos. México es un
ejemplo de que esta pelea contra el mundo de las drogas es uno de los
temas más difíciles de resolver para un gobernante.
El acceso a los carteles de drogas no se arregla con buenas
intenciones, se requiere una decisión unívoca de los gobiernos que
impulsen y fomenten equipos de inteligencia que con fuerzas de
seguridad operen en forma conjunta.
La educación es esencial y hay que considerarla como la herramienta
más efectiva pero rinde frutos a largo plazo. ¿Cuańtos muchachos y
chicas deben morir para que se tome el toro por las astas y se
enfrente este flagelo?
En las redes abundan los mensajes sobre el cuco de la música
electrónica, reclamando la prohibición de este tipo de festivales
pero el estilo de música no es el causante de las tragedias, no
importa si se trata de música electrónica, rock, o música
caribeña, el demonio no tiene ritmos, hay que abocarse a cómo se
ingresan las materias primas en el país, y desarmar los sitios en
que se fabrican drogas que son una lepra para la juventud.
Es fácil buscar culpables, lo difícil es aunar voluntades y
conocimientos de distintas disciplinas y enfocar un plan de
emergencia efectivo que impida que esto siga avanzando.
Publicado en Revista Aquende Abril 2016
www.omifernandez.com.ar